martes, 30 de agosto de 2022

Santa Rosa de Lima, Virgen

  




SANTA ROSA DE LIMA,
VIRGEN


i"La primera flor de santidad que América del Sur dió al mundo: la virgen Rosa..."! Con esta palabra de gozo y admiración comienza la Iglesia el elogio de la joven virgen que en el Nuevo mundo iba a reproducir tantas proezas de la santidad de Catalina de Siena y a servir de preludio a la sencillez de la infancia espiritual de Santa Teresita de Lisieux.


Conquista de América 

Apenas había transcurrido un siglo desde aquel día en que Espafl a terminada su larga Cruzada contra los moros, se dirigía al poniente y descubría un mundo nuevo y dilatado. Y hacia él envió no sólo sus héroes y sus exploradores, sino también sus mejores hijos, es decir, sus misioneros, con el fln de anunciar a los pueblos paganos la buena nueva del Evangelio, de despertar sus inteligencias al conocimiento del verdadero Dios y consagrar sus obras al divino servicio. Por desgracia, a América no sólo llegó gente desinteresada y sin más miras que implantar la civilización cristiana; fueron también aventureros, cuya crueldad y sed de oro eran el azote de los indios.

Las pobres gentes pronto se vieron saqueadas y exterminadas por aquellos extranjeros que les daban el mal ejemplo de todos los vicios y los trataban como esclavos. En Lima, construida al pie de las cordilleras como la metrópoli de una de las provincias conquistadas, era tal la corrupción, que San Francisco Solano tuvo que imitar al profeta Jonás y amenazarla, como a Nínive, con los castigos divinos.


La Flor de Santidad 

Pero la misericordia de Dios había tomado ya la delantera; la justicía y Ia paz se hablan dádo el beso (1) en el alma de una niña siempre pronta a todas las expiaciones e insaciable de amor. ¡Cómo nos gustaría detenernos a contemplar a la virgen peruana en s u heroísmo siempre desconocido, en su gracia tan candida y tan pura! Rosa sólo tuvo suavidades de bálsamo para los que la trataban, y guardó para sí el secreto de las espinas, sin las cuales no se dan las rosas en este ¡ rundo. Como si hubiese nacido de la sonrisa de J laría, arroba ai Niño Jesús, que la quiere en su corazón. Las flores la reconocen por reina y en cada estación las ve que responden a su deseo; a su invitación, las plantas se agitan gozosas, lo.s árboles inclinan sus ramas, toda la naturales x salta de contento, los insectos organizan con s, rivalizan con ella en armonía los pájaros r ira celebrar al Creador. Ella misma canta recc .'dando los nombres de su padre y de su mad e, Gaspar de las Flores y María de Oliva, dici ;ndo: "¡Oh Jesús mío, qué hermoso eres entre Jas flores y las olivas; no desdeñes tampoco a esta tu Rosa!"

Entretanto la eterna Sab .duría se iba manifestando en los juegos del Niño Dios y de esta su amada (2). Clemente X, en la bula de canonización, nos recuerda que un día en que ella estaba con mayores dolores, el ámantísimo Hijo de la Virgen bendita la invitó a una misteriosa partida de juego donde la puesta quedaba a la libre elección del vencedor. Gana Rosa y, exigiendo su curación, al punto se la concede. Pero Jesús reclama el desquite y, ganándola esta segunda vez, la devuelve los dolores juntamente con el don de la paciencia, y la santa se alegra de haber perdido, porque comprende que ha ganado más en la segunda partida que en la primera.

En las sobrehumanas torturas de su última enfermedad, a los que la exhortaban a tener ánimos, respondía ella: "Lo que pido a mi Esposo es que no termine nunca de abrasarme en los más agudos ardores, hasta que me convierta en el fruto maduro que se digna recibir de este mundo en su mesa de los cielos." Y, como se admirasen de su seguridad, de su certeza de ir derechamente al paraíso, añade con vehemencia estas palabras que revelan otro aspecto de su alma: "Tengo un Esposo que puede todo lo que se puede hacer y que posee las mayores maravillas que pueden existir; y no me puedo figurar que voy a recibir de él cosas pequeñas."


La Gloria 

Las promesas y las atenciones del Señor con Rosa justifican sobradamente la confianza que tenía ésta en la infinita bondad Tan sólo contaba treinta y un años cuando, en la noche que antecede a la fiesta de San Bartolomé de 1617, oyó esta voz: El Esposo está aquí (3). En Lima, en todo Perú, en América entera, el tránsito de la humilde virgen, desconocida de muchísimos hasta ese momento, quedó señalado con prodigios de conversión y de gracia. "Se pudo asegurar jurídicamente, dice el Sumo Pontífice (4) que desde el descubrimiento del Perú no hubo ningún misionero que produjese un movimiento tan general de penitencia". Y cinco años después se inauguraba el monasterio de Santa Catalina de Sena que debía continuar en el centro de Lima la obra de santificación, de saneamiento y de defensa social, y que se llamaba el monasterio de Rosa porque ella fué, en efecto, la fundadora y la madre. Y esta joven, que no hizo más que rezar y sufrir y que, en medio de la corrupción del mundo, ofreció a Dios su virginidad y no buscó más que la obscuridad y el silencio, es la que ha llegado a ser la Patrona del Perú; y el mismo Papa Clemente X extendió su patronato a las Indias, a las Filipinas y a toda América.


Vida 

Rosa nació en Lima, Perú, el 20 de abril de 1586, de una familia de origen español. En el bautismo la pusieron el nombre de Isabel, pero por la frescura de su tez la llamaron Rosa. En su infancia y vida breve fué probada con dolores y con la pobreza de sus Padres. Tomó por modelo a Santa Catalina de Siena a imitación suya, vivía en casa como verdadera religiosa y casi reclusa. Amaba la soledad, se imponía rudas penitencias por la conversión de los infieles y de los malos cristianos, y cuidaba y consolaba a susvpadres. Se  inscribió  en la Orden Tercera  de Santo Domingo, cuyo hábito llevaba, y murió a los 31 años el 24 de agosto de 1617. Dieron fe de su santidad numerosos milagros y Clemente XX la beatificó en 1668 y luego Clemente X el 12 de abril de 1671 la canonizó. Su fiesta se extendió a la Iglesia universal, y sus reliquias se veneran en Lima y, en la Iglesia de Santa María de la Minerva, en Roma.


Plegaria por América 

Patrona de tu patria de este mundo, vela siempre por ella. Corresponde a su confianza, aun en el orden de la vida presente, amparándola en los terremotos y en las conmociones políticas. Extiende tu acción tutelar a las repúblicas jóvenes que la rodean y que te veneran también; de igual modo que a tu tierra natal, protégelas contra el espejismo de las utopías que llegan de nuestro viejo mundo, contra las revoluciones y las ilusiones de su propia juventud, contra las sectas condenadas que acabarían por sacudir hasta su fe siempre viva. Y, finalmente, Rosa amada del Señor, echa una sonrisa a toda la Iglesia, que hoy se siente arrebatada por tus celestiales encantos. A semejanza de ella, todos queremos correr en pos del olor de tus perfumes (5).


... Por Todos los Fieles 

Enséñanos a dejarnos ganar como tú por el rocío celestial. Enséñanos a responder a lo que, tomando la delantera, quiere de nosotros el divino escultor, el cual se te apareció un día entregando a la solicitud de los que ama los mármoles  mejores de las virtudes, para  que los pulan  y los tallen  con la  ayuda de las lágrimas y del cincel de la penitencia. Y más que nada enséñanos la confianza y el amor. Dijiste tú que todo lo que obra el sol en la inmensidad del universo, haciendo brotar las flores y madurar los frutos, formando las perlas en el seno de los océanos y las piedras preciosas en los repliegues de las montañas, lo realizaba el Esposo en los espacios ilimitados de tu alma, produciendo en ella toda clase de riqueza, toda belleza, toda alegría, todo calor y toda vida: Logremos nosotros aprovecharnos, como tú, de la venida del sol de justicia a nuestras almas en el Sacramento de unión, no vivir más que de su luz bendita y exhalar el buen olor de Cristo en todas partes (6).


Notas

1. Salmo LXXXIV, 11.
2. ProvVIII, 30-31.
3. S. Mateo, XXV, 6.
4. Bula de canonización.
5. Colecta de la fiesta; Cant., I, 3.
6. Colecta de la fiesta; II Cor., II , 15.

domingo, 28 de agosto de 2022

San Agustín, Obispo y Doctor de la Iglesia

  





SAN AGUSTÍN, 
OBISPO Y DOCTOR DE IGLESIA


EL ALMA DE LOS SANTOS. — ¡"Que admirable es Dios en sus Santos" (1)! Esta exclamación del Salmo nos la sugiere la Liturgia casi todos los días. Entre todos los espectáculos a propósito para alegrarnos y animarnos, no hay ninguno que cause tanta admiración como el alma de un santo. ¡"Qué hermosa es un alma"!, decía el Santo Cura de Ars; y Santa Catalina de Génova exclamaba un día que recibió del cielo el favor de contemplar un alma en estado de gracia: "Señor, si no supiese que hay un solo Dios, creería que esta alma es un dios." La Iglesia se complace en traer a nuestra memoria el recuerdo de los Santos, agruparnos junto a sus altares exponer sus reliquias a nuestra veneración y proponernos sus ejemplos y consejos. En ellos nos muestra lo que la naturaleza y la gracia tienen de más elevado y más suave, de más misterioso y más atractivo.


SAN AGUSTÍN. — Es muy difícil compararios méritos de los Santos para averiguar quiénes son los más grandes, y quizá sea preferible no intentarlo siquiera. Con todo, no podemos menos de reconocer en el que la Iglesia celebra hoy, "al hombre que, unido al cuerpo místico de Cristo como por un milagro, no tuvo tal vez nunca, a juzgar por la historia, en ningún tiempo ni en ningún pueblo, otro que le igualase en grandeza ni en sublimidad"(2).

Es de esos hombres suscitados por Dios, para que, con su talento superior y con sus obras, adaptándose a las necesidades de su época y de todos los tiempos, fortalezcan y continúen sosteniendo al pueblo cristiano, sobre todo cuando el poder de las tinieblas se presenta más amenazador y el error se propaga con mayor facilidad. "Es, decía León XIII, un ingenio vigoroso que, dominando todas las ciencias humanas y divinas, combatió todos los errores de su tiempo" (3);


EL AMANTE DE LA SABIDURÍA. — San Agustín es en primer lugar, el amante de la Sabiduría, que es Dios: "La ama a Ella sola por sí sola y únicamente por Ella ama el descanso y la vida (4). Oigámosle un momento desahogar su corazón, que fué objeto de tan gran misericordia: ¡"Qué tarde te amé, belleza tan antigua y tan nueva, qué tarde te amé"! Y tú estabas dentro de mí y yo fuera y por fuera te buscaba... (5). Pregunté a la tierra y me dijo: No soy yo el que tú buscas; y todas las cosas que hay en ella me confesaban lo mismo. Pregunté al mar y los abismos y a los reptiles de alma viva, y me respondieron: No somos tu Dios; búscale sobre nosotros. Interrogué a las auras que respiramos, y el aire todo, con sus moradores me dijo: Engáñase Anaximenes: yo no soy tu Dios. Pregunté al cielo, al sol, a la luna y a las estrellas: tampoco somos nosotros el Dios que buscas, me respondieron. Dije entonces a todas las cosas que están fuera de las puertas de mi carne: Decidme algo de mi Dios, ya que vosotras no lo sois; decidme algo de él. Y exclamaron todas con grande voz: El nos ha hecho (6) Si hubiese alguien en quien callase el tumulto de la carne' callasen las imágenes de la tierra, del agua y del aire; callasen los mismo cielos y aun el alma misma callase y se remontase sobre sí no pensando en si; si callasen los sueños y revelaciones imaginarias, y, finalmente, si callase por completo toda lengua, todo signo y todo cuanto se hace pasando, puesto que todas estas cosas dicen a quien las presta oído: No nos hemos hecho a nosotras mismas, sino que nos ha hecho el que permanece eternamente; si, dicho esto, callasen dirigiendo el oído hacia aquel que las ha hecho, y sólo él hablase, no por ellas, sino por sí mismo, de modo que oyesen su palabra, no por lengua de carne, ni por voz de ángel, ni por sonido de nubes, ni por enigmas de semejanza, sino que le oyésemos a él mismo, a quien amamos en estas cosas, a él mismo sin ellas, como al presente nos elevamos y tocamos rápidamente con el pensamiento la eterna Sabiduría, que permanece sobre todas las cosas; si, por último, este estado se continuase y fuesen alejados de él las demás visiones de índole muy inferior, y esta sola arrebatase, absorbiese y abismase en los gozos más íntimos a su contemplador, de modo que fuese la vida sempiterna cual fué este momento de intuición por el cual suspiramos, ¿no sería esto el Entrar en el gozo de tu Señor (7)? Llamaste y clamaste, Señor, y rompiste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y fugaste m i ceguera; exhalaste tu perfume y respiré, y suspiro por ti; gusté de ti, y siento hambre y sed; me tocaste, y me abrasé en tu paz. Cuando yo me adhiriere a ti con todo mi ser, ya no habrá más dolor ni trabajo para mí" (8).


EL DOCTOR DE LA IGLESIA. — Mucho tiempo fué Agustín esclavo de las concupiscencias y de las pasiones de su corazón, mucho tiempo su inteligencia estuvo presa de los errores maniqueos, y mucho le costó también romper estos lazos y volver a hallar la verdad de la Iglesia católica. Pero, una vez convertido, emprendió resueltamente la ofensiva contra el error. Venía detrás de los célebres Doctores Clemente de Roma, Ireneo, Hilario, Atanasio, Ambrosio, Basilio, Juan Crisóstomo; pero su enseñanza oral y escrita a lo largo de casi medio siglo, es la que más nos admira.

miércoles, 24 de agosto de 2022

San Bartolomé, Apóstol

 





SAN BARTOLOME,
APÓSTOL


El Evangelio de San Juan, desde sus primeras páginas, nos presenta al Apóstol cuya fiesta celebra hoy la Iglesia. Su verdadero nombre es Natanael, que significa don de Dios. Mas parece que por costumbre se le designaba únicamente con el nombre de Bartolomé, que quiere decir hijo de Tolmai. Natanael fué verdaderamente un don de Dios para los innumerables paganos a los que, con peligro de su vida, llevó la buena nueva de la salvación.


La Vocación de San Bartolomé 

Formó parte del grupo de los cinco Apóstoles privilegiados que Jesús reunió antes de comenzar su vida pública y que fueron testigos de su primer milagro. Jesús, en efecto, estando todavía cerca del lugar de su bautismo, había retenido junto a si a Juan y a Andrés, que el Bautista le había enviado; a Pedro, llevado por su hermano, y a Felipe, a quien había llamado El mismo. Y parece que fué entonces, de camino para las bodas de Caná, cuando Felipe, ardiendo ya en el deseo de ganar almas a Jesucristo, presintió la vocación de su amigo Natanael, a quien, «en viéndole, habló del Mesías en estos términos: "Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley y los profetas, a Jesús, Hijo de José de Nazaret".

Esta profesión de fe, tan sencilla pero tan firme, no llegó a convencer al piadoso Natanael, aunque procedía de un amigo en quien no podía tener duda. El nombre de Nazaret le disgustó. Nazaret era una pequeña ciudad de mala fama. Escéptico, respondió: "¿Puede salir algo bueno de Nazaret"? Felipe entonces tuvo el arranque de todo verdadero discípulo de Jesús. En vez de entrar en discusiones, invitó a su amigo a juzgar por sí mismo: "Ven y verás." Ningún corazón recto que encuentre a Jesús puede permanecer indiferente. Al momento queda conquistado. Los Apóstoles mejor que nadie lo pudieron comprobar. Sabían que su actividad para nada valía si no iba acompañada de la de Cristo. No hay hombre que pueda hacer nacer la fe sobrenatural o el amor divino en el corazón de otro hombre. Eso es obra de Dios solo. El Señor es el único autor de la gracia. Unicamente pide a ios Apóstoles que le traigan las almas y El las hará hijas de Dios. El Apóstol, servidor dócil y fiel, desaparece humildemente ante su Maestro. Sabe que una vez que ha dicho: "Ven y verás", ha cumplido todo su ministerio.


El  Acto de Fe de San Bartolomé

El amigo de Felipe, tocado ya en el fondo de su corazón por la llamada del Padre "que lleva las almas al Hijo" y preso de una profunda conmoción, se acercó a Jesús. Y Jesús, al verle llegar, le saludó jubilosamente: "He aquí un verdadero Israelita, en quien no hay dolo." ¡Magnífica declaración de parte del Supremo Juez, cuya mirada penetra los más íntimos repliegues de las conciencias! Por entonces, téngalo presente el lector, la casuística farisaica había cambiado en muchos puntos la moral natural y había convertido a los Judíos en ergotistas, falsos, hipócritas; por lo cual, la lealtad profunda de Natanael era ya una virtud rara en el pueblo de Dios. Y se explica la explosión de alegría en el Mesías al encontrar, en medio de su pueblo corrompido, un verdadero Israelita.

Pero Bartolomé era además una alma humilde. Aquel elogio público y repentino le asustó; tal vez hasta le desagradó. Buscó el modo de aminorarle discutiendo su verdad: "¿De qué me conoces"?, replicó; ¿cómo puedes saber lo que valgo? Y Jesús, mirándole con una mirada divina y humana que penetraba en lo más hondo de las almas para saciarlas en su sed de Dios le respondió sencillamente: "Antes de llamarte Felipe, cuando estabas bajo la higuera, te vi."

Misteriosa respuesta que sólo podía darla el que lee en las conciencias. La continuación del diálogo nos deja entrever a qué preocupaciones secretas de Natanael debió de responder el Señor. Poco antes, oculto en la sombra de una higuera, Bartolomé se había puesto en oración. Como buen Israelita, había pedido a Dios que salvase a su pueblo de la esclavitud y cumpliese la profecía de Daniel enviando al "Hijo del hombre", a quien el profeta habla visto caminar sobre las nubes, rodeado de Angeles, y a quien se le había dado "el señorío, la gloria y el imperio" sobre todos los pueblos, por toda la eternidad. (1) Había también pedido la venida tan deseada del verdadero rey de Israel. Entonces, en contacto con el Señor, a la mirada divina de sus ojos, se sintió comprendido y atendido en las pocas palabras de su respuesta. Su primera duda se desvaneció para dar lugar al borbotar de la fe y del amor, y de lo más profundo de su ser, exclamó entregándose por completo: "Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel".

Esta es la gloria auténtica de San Bartolomé. Nos dió un ejemplo de fe cristiana, aun antes que el mismo San Pedro, si bien es cierto que de una manera menos solemne y menos completa. Su espontaneidad, su arranque, a la vez que la delicadeza de su docilidad a los primeros toques de la gracia, todo nos revela un alma entregada totalmente a la voluntad divina. Y jesús recompensó al instante la fe de Natanael con magnificas promesas. "¿Porque te he dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Verás cosas mayores." Y, en efecto, presenciará los milagros de la vida pública del Mesías, en su predicación, en su resurrección y en su ascensión. Luego, volviéndose Cristo hacia los otros discípulos y dirigiéndose en ellos a todos los que después habían de creer en El, añadió: "En verdad, en verdad os digo que veréis abrirse el cielo y a los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el Hijo de hombre." Jesús afirmaba así bien claramente que El era el Mesías esperado. Cupo, pues, a San Bartolomé, el insigne privilegio de dar origen con su acto de fe al primer testimonio que el Mesías dió de sí mismo y que nos ha conservado el Evangelio.

Luego de haber referido circunstanciadamente la vocación de Natanael, las Escrituras no vuelven a decir nada de este Apóstol; pero lo dicho es bastante para hacerle amar y, por eso, la Iglesia celebrará con gratitud su memoria hasta el fin de los tiempos.


Vida

San Bartolomé era oriundo de Caná de Galilea, compatriota de San Simón y amigo de San Felipe. Los Evangelios dicen poco de él: se sabe tan sólo que tomó parte en la última pesca milagrosa, después de la resurrección del Señor. Desplegó su apostolado en Armenia y probablemente en Persia también. Tal vez de aquí llevasen sus discípulos más lejos su predicación, esto es, a Etiopía y aún a las Indias. Tradiciones antiguas afirman que murió desollado vivo y que fué decapitado por orden de Un rey pagano. En el siglo vi se encuentran sus reliquias en Daras en Mesopotamia.

En el IX se veneran en el mediodía de Italia: primeramente en Lipari y luego en Benevento. Por fin, en el siglo xi, se las trasladó a Roma. San Bartolomé es el patrón de Armenia. En Occidente también le reconocen por patrono las corporaciones de carniceros. curtidores y encuadernadores.


Oración por la Unidad

Enséñanos, oh gran Apóstol, a dejarnos guiar en todo por el espíritu de fe. Del mismo modo que tú respondiste con docilidad a Felipe, que te invitaba a acercarte a Jesús y dar su vida por El, alcánzanos que seamos también nosotros dóciles a los sucesores de los Apóstoles, a la Iglesia, al Papa, que con sus enseñanzas y sus mandatos nos guían a Cristo, nos enseñan a vivir en su amor, a recibirle en los sacramentos, de forma que un día podamos contemplar en el Cielo la gloria de nuestro Redentor. Y tú, de quien Roma se gloría por guardar tus restos preciosos, lleva a Pedro las naciones que evangelizaste; justifica las esperanzas de universal unión que en nuestros días se van reavivando; ayuda a los esfuerzos que hace el Vicario del Hombre-Dios para juntar bajo, del cayado del pastor a los rebaños disidentes, cuyos pastos secó el cisma. Todos unidos, podamos disfrutar en común de los tesoros de nuestras tradiciones concordes e ir a Dios a costa de todas las privaciones, por el procedimiento a la vez tan amplio y tan sencillo que nos enseñan tu sublime teología y tus ejemplos.


Notas

I Daniel, VII, 18-14.





lunes, 22 de agosto de 2022

Fiesta del Corazón Inmaculado de María

  






FIESTA DEL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA


LA DEVOCIÓN AL CORAZÓN INMACULADO

La devoción al Corazón Inmaculado de María es tan antigua como el cristianismo. El Espíritu Santo nos lo enseñó por San Lucas, el evangelista de la infancia del Salvador: "María guardaba todas estas palabras, y las meditaba en su Corazón . Y la Madre de Jesús guardaba todas estas cosas en su corazón" (1). Tal es el origen de esta devoción que, andando el tiempo, excitaría a los fieles a dar a María el honor y el amor que se la deben. Las perfecciones de éste Corazón las han cantado los mayores Doctores de la Iglesia: San Ambrosio, San Agustín, San Juan Crisóstomo, San León, San Bernardo, San Buenaventura, San Bernardino de Sena, las dos grandes monjas Santa Gertrudis y Santa Mectildis... pero en el siglo xvn, San Juan Eudes, "padre, doctor y apóstol del culto del Sagrado Corazón" (2), antes lo fué del purísimo Corazón de María, y del dominio de la piedad privada, lo introdujo en la Liturgia católica.


OBJETO DE ESTA DEVOCIÓN

El objeto de esta devoción él mismo nos lo ha dicho: "En el corazón santísimo de la predilecta Madre de Dios, pretendemos y deseamos sobre todo reverenciar y honrar la facultad y capacidad de amor, tanto natural como sobrenatural, que existe en esa Madre de amor y que ella empleó toda en amar a Dios y al prójimo. La palabra corazón significa el corazón material y corporal que llevamos en nuestro pecho, órgano y símbolo del amor; también se toma por la memoria y por el entendimiento, con el cual hacemos la meditación, y por la voluntad, que es la raíz del bien y del mal, y por la cima más alta del alma por la cual practicamos la contemplación; en una palabra, por todo lo interior del hombre. No excluímos ninguno de estos sentidos; mas hablando del Corazón de la Madre de Dios, lo qué principalmente queremos y deseamos, es reverenciar y honrar todo el amor y toda la caridad que ella tuvo para con Dios y para con nosotros" (3).

Ahora bien, nada hay más dulce para un niño que honrar a su madre y pensar en el amor de que ha sido objeto. San Bernardo, al hablar del Corazón de Jesús, nos ha dicho: "Su corazón está conmigo. Cristo es mi cabeza; y ¿cómo no va a ser mío todo lo que pertenece a mi cabeza? Los ojos de mi cabeza corporal me perte? necen en sentido propio; de igual modo, este corazón espiritual es mi corazón. Con razón puedo llamarle mío. Y yo poseo mi corazón con Jesús" (4). Otro tanto podemos decir del Corazón de María. Una madre es toda para su hijo; sus bienes, su amor, hasta su vida le pertenecen: un hijo puede siempre contar con el corazón de su madre.

Todos somos hijos de la Santísima Virgen. Nos acogió en su seno a una con Jesús el día de la Encarnación. Nos dió a luz en el dolor del Calvario, y nos ama en proporción con lo que la hemos costado. Lo que más quiere es Jesús, y a ése le ofreció por nosotros al Padre, dando su fiat para la inmolación y entregándole para nosotros; ¿cómo no le iba a imitar dándose ella también?


CONFIANZA EN EL CORAZÓN INMACULADO

La Virgen nos repite las palabras de Jesús: "Venid a mí todos y yo os aliviaré..." Nos sonríe y nos llama como en Lourdes, y no hay nadie que pueda pretextar su indignidad para quedarse a distancia. El Corazón de María que fué Sede de la Sabiduría y durante nueve meses morada del Verbo encarnado, ese corazón que formó al mismo Corazón de Jesús y le enseñó la misericordia para con los hombres, ese corazón que siempre latió al unísono del Corazón de Jesús y que fué adornado por El de los dones más preciosos de la gracia, ese Corazón maternal es por excelencia el refugio de los pobres pecadores. Y por esto precisamente fué hecho inmaculado. Nunca corrió por él sino sangre purísima, la sangre que tenía que dar a Jesús para derramarla por nuestra salvación. Este Corazón es el depositario y el custodio de las gracias que el Señor conquistó con su muerte, y sabemos que Dios nunca dispensó una gracia a nadie ni la dispensará sin que pase por las manos y el Corazón de la que es tesorera y dispensadora de todos sus dones. Finalmente, este Corazón se nos dió con el de Jesús, "no sólo para ser nuestro modelo, sino también para ser nuestro corazón, de modo que, siendo miembros de Jesús e hijos de María no tengamos más que un corazón con nuestra Cabeza y nuestra divina Madre y que hagamos todas nuestras acciones con el Corazón de Jesús y de María" (5).

Y ¡cómo pueden los hombres, al darse más y más cuenta de lo que deben a su Madre, no creerse obligados a mostrarla su agradecimiento y su amor! Si Nuestra Señóra nos dió su Corazón, ¿no es justo que nosotros la demos el núestro para que ella le purifique, le santifique y en él establezca el reino de Dios y se le entregue a Jesús, y que se le demos por una consagración completa y perfecta de nosotros mismos, como aconsejan los Santos y especialmente San Griñón de Monfort?


CONSAGRACIÓN AL CORAZÓN INMACULADO

Pero, si la consagración de un alma individual a María, la acarrea las más grandes gracias, ¿qué frutos deberemos esperar de una consagración de todo el género humano hecha por el Sumo Pontífice? La Virgen misma se dignó anunciar que esto la agradaría. Y, por eso, el 8 de diciembre de 1942, Su Santidad Pío XII, respondiendo con júbilo al deseo de Nuestra Señora de Fátima, lleno de confianza en la mediación universal de la Reina de la Paz, consagró solemnemente al género humano al Inmaculado Corazón de María. Todas las naciones católicas se unieron al supremo Pastor.



MISA

La fiesta del Corazón Inmaculado de María se concedió a muchas diócesis y a casi todas las Congregaciones religiosas y se celebraba en fechas distintas. Su Santidad Pío XII la extendió a la Iglesia universal y la fijó en el día de la Octava de la Asunción, cuyo dogma definió después en 1950. El Introito es una invitación a acercarse a este Corazón como a un trono donde seremos enriquecidos con la gracia, que la Santísima Virgen recibió en abundancia colmada no sólo para ella sino para todo el género humano.


INTROITO

Lleguémonos confiadamente al trono de la gracia, a fln de alcanzar misericordia y hallar gracia para auxilio oportuno. — Salmo: Brota de mi corazón una palabra buena: dedico mis obras al Rey. V. Gloria al Padre... Lleguémonos.

La Liturgia celebra a María como al "Santuario del Espíritu Santo, Sacrarium Spiritus Sancti." Su Concepción inmaculada preparaba a María para ser la morada más digna del Espíritu Santo. Este Espíritu, al habitar en ella, la colmó de la gracia santificante, de las virtudes teologales y morales y de sus siete dones. Tal santidad hacía vivir a María según el Corazón de Dios: ojalá podamos participar de su santidad para vivir según su corazón y también conforme al Corazón de Dios.


COLECTA

Omnipotente y sempiterno Dios, que preparaste en el Corazón de la bienaventurada Virgen María una morada digna del Espíritu Santo: concédenos propicio, que los que celebramos devotamente la festividad de este mismo inmaculado Corazón, podamos vivir según el tuyo. Por Nuestro Señor Jesucristo. 

La Epístola es la misma que la de la Vigilia de la Asunción. Los versículos del Gradual y del Aleluya, como también los del Ofertorio, son la acción de gracias de María al Señor, que la colmó de tantos beneficios.


GRADUAL

Se alegrará mi corazón con tu socorro: cantaré al Señor que me ha dado tantos bienes y entonaré salmos al nombre del Señor Altísimo. J. Se acordarán de tu nombre, Señor, de generación en generación; por lo cual los pueblos te alabarán eternamente. Aleluya, aleluya. J. Mi alma engrandece al Señor: y mi espíritu se regocija en Dios, mi Salvador. Aleluya.


EVANGELIO

Continuación del santo Evangelio según San Juan (Jn„ XIX, 25-27).

En aquel tiempo: Estaban junto a la Cruz de Jesús su Madre, María de Cleofás y María Magdalena. Viendo, pues, Jesús a su Madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, dijo a su Madre: ¡Mujer, he ahí a tu hijo! Luego dijo al discípulo: ¡He ahí a tu Madre! Y desde aquella hora el discípulo la recibió por suya.

La maternidad de Nuestra Señora data de la Encarnación, pero en el Calvario es donde fué solemnemente proclamada por Jesús agonizante. Darnos su Madre, vale tanto como darnos la mayor prueba de su amor; además, aceptar María ser nuestra Madre, era lo mismo que manifestarnos toda la ternura y misericordia que encerraba su corazón. Nunca se sintió María tan Madre como en el momento en que vió sufrir y morir a su Hijo, y le oyó que nos confiaba, que nos entregaba a ella. La Virgen aceptó entonces sin ninguna dificultad el profesar el afecto que tuvo a Jesús durante su vida, no sólo a San Juan, sino a todos nosotros, a los verdugos de su Hijo, a todos aquellos que fueron causa de su muerte.

Y, cuando el centurión se acercó a traspasar el Corazón de Jesús, ya difunto, la espada que antaño predijo el anciano Simeón penetró en el alma, en el Corazón de María y abrió una herida que, como la del Salvador, no se cerraría ya...


OFERTORIO

Mi espíritu se regocijó en Dios, mi Salvador: porque ha hecho en mí grandes cosas el Todopoderoso, cuyo nombre es santo.

El Corazón de María, por no ser más que pureza y santidad, continuamente unido al foco de la divina caridad que es Dios, estaba también todo ardiendo en amor. Este Corazón está siempre lleno de vida, siempre ardiendo en el mismo amor: mereceremos abrasarnos en el mismo fuego acercándonos a él imitando sus virtudes.


SECRETA

Al ofrecer, oh Señor, a tu Majestad el Cordero inmaculado, te suplicamos que encienda en nuestros corazones aquel fuego divino que inflamó el Corazón del la bienaventurada Virgen María. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor.

La Antífona de la Comunión vuelve a tomar las palabras del Evangelio. Ahora que hemos recibido el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo ¡ojalá tengamos también "con nosotros", como el Apóstol, es decir, en nuestro pensamiento"? en nuestro corazón, en nuestra vida, a la que nos dió Jesús por Madre!


COMUNIÓN

Dijo Jesús a su Madre: ¡Mujer, he ahí a tu hijo!. Luego dijo al discípulo: ¡He ahí a tu madre! Y desde aquella hora el discípulo la recibió por suya.

La Poscomunión contiene lo que tenemos que pedir al terminar la Octava de la Asunción: hemos festejadó con veneración al Corazón vivo y amante de nuestra gloriosa Madre subida al cielo. Sabemos que es poderosa para con el Corazón de Dios y que ama a todos sus hijos; confiemos en su mediación, en su intercesión, y Dios, a ruegos suyos, nos librará de los peligros de la vida presente y nos guiará al cielo para alabar allí eternamente a la que con Jesús nos mereció la salvación.


POSCOMUNIÓN

Alimentados con los divinos dones, te rogamos, Señor, humildemente que, por la intercesión de la bienaventurada Virgen María, de cuyo inmaculado Corazón hemos celebrado devotamente la ñesta, libres de los peligros presentes, consigamos los goces de la vida eterna. Por Nuestro Señor Jesucristo.



SÚPLICA AL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA

"¡Oh Madre admirable, qué cosas tan grandes y gloriosas tenemos que pensar y decir de ti y de tu bondadoso corazón! Si los oráculos del Espíritu Santo dicen tan alto que eres un abismo de milagros, de seguro que no se equivoca el que diga que tu Corazón es un mundo de maravillas. Porque ¿no ha sido la humildad de tu Corazón la que te ha levantado al trono más alto de gloria y de grandeza a que una pura criatura puede llegar? ¿No es la humildad, la pureza y el amor de tu Corazón la que te ha hecho digna de ser Madre de Dios y la que te ha enriquecido con todas las perfecciones, prerrogativas y grandezas propias de tan sublime dignidad? Por todo ello, miro, saludo y venero a tu Corazón virginal como a un mar de gracia, como a un milagro de amor, como a un espejo de caridad, como a un abismo de humildad, como al trono de la misericordia, como al imperio de la divina voluntad, como al santuario del amor divino, como al objeto primero del amor de la Santísima Trinidad" (6).
"Abre, abre, oh Madre de misericordia, la puerta de tu Corazón benignísimo a las oraciones que te dirigimos con suspiros y gemidos. No rechazas ni tienes asco al pecador, por muy corrompido que se halle en pecados, si suspira hacia ti y si implora tu intercesión con un corazón contrito y penitente" (7).
"Sea siempre bendito, oh María, tu nobilísimo Corazón, adornado de todos los dones de la Sabiduría divina, e inflamado en ardores de caridad. Sea bendito ese Corazón en el que meditaste y guardaste con tanta fidelidad y cuidado los sagrados misterios de Nuestra Redención, para revelárnoslos en el momento oportuno. Para ti la alabanza, para ti el amor, oh Corazón amantísimo; a ti el honor, a ti la gloria de parte de todas las criaturas, por los siglos de los siglos. Amén" (8).



Notas

1.- S. Lucas, II, 19, 51.
2.- Bula de canonización.
3.- Dévotion au Sacré-Coeur de Marie, Caen, 1650, p. 38 y Coeur admirable, 1. I, c. 2.
4.- Viña mística, c. 3,
5.- S. Juan Eudes, Coeur, I, XI, c.2
6.- S. Juan Eudes, Coeur admirable, I. IX, c. 14.
7.- S. Bernardo, Oración a la  Virgen.
8.- Nicolás de Saussay, Antidotarium animae, Paris, 1495..