"Año Litúrgico"
Dom Gueranger
SAN CIRILO DE ALEJANDRÍA,
OBISPO Y DOCTOR DE LA IGLESIA
LA ENEMISTAD DE LA MUJER Y DE LA SERPIENTE.
"Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu raza y la suya; ella te aplastará la cabeza y tu morderás su calcañar'". Estas palabras, dichas a la serpiente en los días, en que ahora la Iglesia las recuerda a sus hijos, dominan la historia entera del mundo. La mujer, que por el odio de Satanás cayó la primera, es también levantada la primera en María. En su Inmaculada Concepción, en su parto virginal, en la ofrenda que hizo a Dios del nuevo Adán sobre la montaña del Calvario, la nueva Eva ha mostrado en su antiguo enemigo el poder de su pie victorioso. Por eso el ángel sublevado, constituido desde antiguo en príncipe del mundo por la culpa del hombre (S. Juan, XII, 31.) ha dirigido desde entonces todas las fuerzas de su doble imperio con las legiones infernales y los hijos de las tinieblas, contra la mujer que triunfó de él. María, desde el cielo prosigue la lucha que comenzó sobre la tierra. Reina de los espíritus bienaventurados y de los hijos de la luz, conduce al combate, como un solo ejército, las falanges celestes y los batallones de la Iglesia militante. El triunfo de estos ejércitos fieles es el de su soberana: El aplastamiento continuo de la cabeza del padre de la mentira, por la derrota del error y la exaltación de la verdad revelada, del Hijo de María y del Hijo de Dios.
CIRILO Y ATANASIO
Pero jamás esta exaltación de Verbo Divino apareció más íntimamente ligada al triunfo de su augusta Madre, como en el combate memorable, en el que el Pontífice propuesto en este día a nuestras honras, tuvo una parte tan gloriosa. Cirilo de Alejandría es doctor de la Maternidad divina como su predecesor Atanasio, lo había sido de la consubstancialidad del Verbo. La Encarnación reposa sobre los dos misterios que fueron, en un siglo de distancia, el objeto de su confesión y de sus luchas. Como Hijo de Dios, Cristo debía ser consubstancial al Padre; porque la simplicidad infinita de la esencia divina excluye toda idea de división: negar en Jesús, Verbo divino, la unidad de substancia con su principio, era negar su divinidad. Como hijo de hombre al mismo tiempo que Dios verdadero de Dios verdadero (Símbolo de Nicea) Jesús debía nacer aquí abajo, de una hija de Adán y sin embargo de eso permanecer en su humanidad una misma persona con el Verbo Consubstancial al Padre: negar en Cristo esta unión personal de las dos naturalezas, era negar de nuevo su divinidad; era proclamar a la vez que la Bienaventurada Virgen, venerada hasta entonces como Madre que había engendrado a Dios en la naturaleza que el había tomado para salvarnos, no era sino la madre de un hombre.
ARRIO
Tres siglos de persecución habían tratado en vano de arrancar a la Iglesia la negación de la divinidad de Cristo. A penas acababa de presenciar el mundo el triunfo del Hombre-Dios cuando ya el enemigo explotaba la victoria: aprovechándose del nuevo estado del cristianismo y su seguridad por parte de sus verdugos, se esforzaba por obtener, en lo sucesivo, en el camino de la falsa ciencia, la abjuración de la fe que le había sido rehusada en la arena del martirio. El celo amargo de los herejes para reformar la creencia de la Iglesia, había de servir a la enemistad de la serpiente y concurrir al desenvolvimiento de su raza maldita, lo cual no habían podido hacer los desfallecimientos de los apóstatas. Digno, por su orgullo, de ser, en la edad de la paz, el primero de esos doctores del infierno, Arrio, apareció desde luego llevando la disputa hasta las profundidades de la esencia divina, y rechazando con textos que no comprendía, la consubstancialidad. Al fin de un siglo en que su principal fuerza había sido el apoyo de los poderes de este mundo, el arrianismo caía, no quedando sus raíces, sino en las naciones que, recientemente bautizadas, no habían podido derramar su sangre por la divinidad del Hijo de Dios, En este momento, Satanás suscitó a Nestorio.
NESTORIO
Poderoso para transformarse en ángel de luz (II Cori., XI, 14) el viejo enemigo, revistió a su apóstol de doble aureola aparente de santidad y de ciencia; el hombre que había de expresar más claramente que ninguno otro el odio de la antigua serpiente contra la mujer y su fruto, llegó a sentarse en la sede episcopal de Constantinopla en medio de los aplausos de todo el Oriente, que se prometía ver renacer en él la elocuencia y virtud de un nuevo Crisóstomo. Mas la alegría de los buenos fué de corta duración. En el mismo año que había presenciado la exaltación del hipócrita obispo, el día de Navidad de 428, Nestorio aprovechándose del inmenso concurso de fieles reunidos para festejar el parto de la VirgenMadre, pronunció desde la silla episcopal esta blasfemia: "María no ha dado a luz a Dios; su hijo no era sino un hombre instrumento de la divinidad."
DEFENSA DE LA FE
A estas palabras un estremecimiento de horror conmovió a las multitudes; intérpretes de la indignación general, el escolástico Eusebio, simple laico, se levantó de en medio de la concurrencia y protestó contra la impiedad. En seguida una protesta más explícita fué dirigida en nombre de los miembros de esta Iglesia desolada y extendida por medio de numerosos ejemplares, declarando anatema al que osase decir: "Uno es el Hijo único del Padre y otro distinto el de la Virgen María." Actitud generosa que fué entonces la salvaguarda de Bizancio y le valió el elogio de los Concilios y de los Papas. Cuando el pastor se muda en lobo, toca desde luego al rebaño el defenderse. Por regla, la doctrina desciende de los obispos al pueblo fiel y los súbditos no deben juzgar a sus jefes en su fe. Más hay en el tesoro de la revelación ciertos puntos esenciales de los que, todo cristiano, por el hecho mismo de llevar tal título, tiene el conocimiento necesario y la obligación de guardarlos. El principio no cambia, ya se trate de ciencia o de conducta, de moral o de dogma. Traiciones semejantes a la de Nestorio, son raras en la Iglesia; pero puede suceder que los pastores permanezcan en silencio, por tal o tal causa, en ciertas circunstancias en que la religión se vería comprometida. Los verdaderos fieles son aquellos hombres, que, en tales ocasiones, sacan de su solo bautismo, la inspiración de una línea de conducta; no los pusilánimes que bajo pretexto engañoso de sumisión a los poderes establecidos, esperan, para correr contra el enemigo u oponerse a sus proyectos, un programa que no es necesario y que no se les debe dar.
ROMA Y ALEJANDRÍA
Sin embargo, la emoción producida por las blasfemias de Nestorio, agitaba a todo el Oriente y llegó en seguida a Alejandría. La sede fundada por Marcos en nombre de Pedro, y honrada con el honor de segunda sede por voluntad del jefe de las Iglesias, estaba entonces ocupada por Cirilo, La concordia entre Atanasio y los Pontífices romanos había vencido en el siglo anterior al arrianismo, y ahora la unión de Alejandría y Roma debía de nuevo aplastar la herejía. Por eso el enemigo instruido por la experiencia, se había adelantado con una previsión infernal; el día en que el futuro defensor de la Madre de Dios, subía sobre la silla de San Atanasio, aquella alianza tan temible para el demonio, no existía ya. Teófilo, el último Patriarca, autor principal de la condenación de S. Juan Crisóstomo en el conciliábulo de Chéne, había rehusado hasta el fin, subscribir la rehabilitación de su víctima por la sede Apostólica, y Roma había tenido que romper con su antigua hija. Cirilo era sobrino de Teófilo; no conocía nada de los vergonzosos móviles de su tío en este triste asunto; acostumbrado desde su niñez a venerar en él a su legítimo superior, así como a su bienhechor y maestro en la ciencia sagrada, Cirilo, una vez hecho patriarca no pensó en cambiar un ápice las decisiones de aquel a quien él miraba como a padre. Alejandría permaneció separada de la Iglesia Romana. Verdaderamente de un modo semejante a la serpiente, cuya baba envenena todo cuanto toca, Satanás había puesto a favor suyo, los más nobles sentimientos, para llevarlos él, a su vez, contra Dios. Pero nuestra Señora amante de los corazones rectos, no abandonó a su caballero. Al fin de algunos años durante los cuales aprendió el joven Patriarca a conocer a los hombres, un santo monje, Isidoro de Pelusa abrió plenamente sus ojos a la luz; Cirilo, convencido no dudó de restablecer en los dípticos sagrados, el nombre de S. Juan Crisóstomo. La trama urdida por el infierno se había desvanecido: Roma encontraba en los bordes del Nilo un nuevo Atanasio, para las nuevas luchas de la fe que iban a surgir en Oriente.
LA FE DE LOS MONJES
Conducido Cirilo por un monje a los senderos de la santa unidad profesó a los solitarios un afecto semejante a aquel con que les había rodeado su ilustre predecesor. Los escogió por confidentes de sus angustias al primer rumor de las impiedades nestorianas. En una carta que se ha hecho célebre, trata sobre todo de alumbrar su fe contra los peligros que amenazan a la Iglesia: "Porque, les dice, los que han abrazado por Cristo una vida tan envidiable, como es la vuestra, deben sobre todo brillar por el fulgor de una fe sin equívoco y sin disminución, y unir a esta fe la virtud; hecho esto, deben poner su mayor cuidado en desenvolver en ellos el conocimiento más perfecto del misterio de Cristo, tendiendo con todas sus fuerzas a adquirir el conocimiento más perfecto de El. Así comprendo yo, dice el santo Doctor, la consecución del varón perfecto de que habla el Apóstol (Eph., IV, 13) la manera de llegar a la medida de Cristo y a su plenitud" (1.a Carta a los monjes)
EL LIBERALISMO
El patriarca de Alejandría no debía contentarse en explayar su alma en aquellos de cuyo asentimiento estaba asegurado de antemano. Por cartas en las que la mansedumbre del Obispo no es inferior más que a la energía y a la amplitud de su exposición doctrinal, Cirilo trató de atraer a Nestorio. Pero el sectario se obstinaba; a falta de argumentos se quejaba de la ingerencia del patriarca. Como siempre en semejantes circunstancias, se hallaron hombres buenos que, sin compartir su error, creyeron que, lo mejor hubiera sido en efecto, no responderle, por temor de irritarle, de aumentar el escándalo, de herir en una palabra la caridad. A estos hombres cuya virtud singular tenía la propiedad de asustarse menos de los herejes, que de la confesión de la fe cristiana, a estos partidarios de la paz, respondía Cirilo: "Pues que, Nestorio se atreve a decir en presencia de la asamblea de los fieles: ¡Anatema a quien nombre a María Madre de Dios!, por boca de sus partidarios, nos anatematiza a nosotros, todos los Obispos del universo, y a los antiguos Padres que en todo tiempo han reconocido y honrado unánimemente a la Madre de Dios. Y no va a estar en nuestro derecho volverle la palabra y de decirle: Si alguno niega, que María es Madre de Dios, sea anatema. Con todo eso, esta palabra, por respeto a él, aún no la he pronunciado" (Carta, VIII o VI)
EL MIEDO
Otros hombres que son también de todos los tiempos, descubrían el verdadero motivo de sus dudas cuando valorando muy elevadamente las ventajas de la concordia y su antigua amistad con Nestorio, recordaban tímidamente el crédito de éste, y el peligro que podía correrse en contradecir a un adversario tan poderoso. A estos respondió Cirilo: ¡Qué no puedo yo aun perdiendo todos mis bienes, satisfacer al Obispo de Constantinopla calmar la amargura de mi hermano! Pues es de la fe, de la que aquí se trata; el escándalo cunde por todas las iglesias, cada uno se informa con este motivo de la nueva doctrina. Si yo, que he recibido de Dios la misión de enseñar, no llevo el remedio a tan grandes males, ¿habría en el día del juicio llamas suficientes para mí? La calumnia y la injuria no me han faltado; todo eso lo olvido: que sólo la fe quede salva; y no permitiré que nadie me aventaje en el amor a Nestorio. Pero si, por causa de algunos, la fe sufre, que no se dude: no perderé mi alma aunque la muerte se cierna sobre mi cabeza. Si el temor del desprecio puede en mi más que el celo de la gloria de Dios, y me hace callar la verdad, con qué cara podré celebrar en presencia del pueblo cristiano a los santos mártires, cuando su elogio, es únicamente el cumplimiento de esta palabra (Eccli., IV, 23): por la verdad, combates hasta la muerte" (Carta, IX (o VII).
LUCHA ENÉRGICA
Cuando al fin la lucha se hizo inevitable, organizó la milicia santa que había de combatir con él, llamando a su lugar a Obispos y monjes, y entonces Cirilo no retiene el entusiasmo sagrado que le anima: "En cuanto a mí, dice a sus clérigos, que residen en la ciudad imperial, sufrir, vivir y morir por la fe de Jesucristo es mi más ardiente deseo. Como está escrito: No daré sueño a mis ojos, ni a mis párpados descanso, ni a mi cabeza reposo"(Salmo, CXXXI, 4-5.), hasta que no haya llevado a cabo el combate necesario para la salvación de todos. Por lo cual, bien penetrado de nuestro pensamiento, obrad virilmente; velad sobre el enemigo, informaos de sus menores movimientos. Desde el primer día os enviaré hombres piadosos y prudentes, obispos y monjes escogidos entre todos; ahora preparo mis cartas como se necesita y conviene. He resuelto trabajar sin tregua y soportar toda clase de tormentos, aún los más terribles por la fe de Cristo, hasta que me toque padecer la muerte que será dulce por tal causa (Carta, X, (o VIII).
SANTA PULQUERIA
Informado por el patriarca de Alejandría de la inquietud de las iglesias, S. Celestino, que ocupaba entonces la sede apostólica, condenó la nueva herejía, y encargó a Cirilo deponer al Obispo de Constantinopla en nombre del Romano Pontífice. Pero las intrigas de Nestorio iban a prolongar la lucha. Én este momento aparece al lado de Cirilo, en el triunfo de la mujer sobre el antiguo enemigo, la figura de una mujer, de una santa que fué durante cuarenta años el terror del infierno, y por dos veces en nombre de la reina del cielo, aplastó la cabeza de la odiosa serpiente. En un siglo de ruinas, Pulquería, con las riendas del imperio a los 15 años, aplastaba con su prudencia en el consejo y su energía en la ejecución las revueltas interiores, mientras que con la sola fuerza de la salmodia divina, junto con sus hermanas vírgenes como ella, contenía a los bárbaros. Cuando Occidente se agitaba en las convulsiones de la última agonía, Oriente encontraba en el genio de su emperatriz la prosperidad de sus más gloriosos días. Viendo a la hija del gran Teodosio que consagraba sus riquezas privadas en multiplicar las iglesias dé la Madre de Dios, Bizancio recibía de ella el culto a María que había de ser su salvaguardia en los días aciagos, y le valió del Señor, Hijo de María, mil años de misericordia y de incomprensible paciencia. Santa Pulquería, llamada por los concilios generales, la guardiana de la fe y baluarte de la unidad, tuvo, según dice S. León la parte principal en todo lo que contra los adversarios de la fe se hizo en su tiempo (Carta, XXXI o XXVII). Dos palmas hay en sus manos, dos coronas en su cabeza, dice este gran Papa; porque la Iglesia le debe la doble victoria sobre la impiedad de Nestorio y de Eutiques, que, dividiéndose el ataque, iban al mismo fln por caminos opuestos, la negación de la Encarnación y del papel desempeñado por la Virgen Madre en la Redención del género humano (Carta, XXXIX o LIX).
VIDA
S. Cirilo, siendo aún joven fué hecho Obispo de Alejandría en el 412. Inflamado del celo por la salvación de las almas, trabajó por guardar pura de todo error la fe de su redil. Con un ardor y una ciencia admirable defendió contra Nestorio el dogma de la Maternidad divina y siendo legado en el concilio de Efeso, (431) confundió y condenó al hereje. Murió en el 434. León XIII le ha declarado doctor de la Iglesia universal.
MATERNIDAD DIVINA E INMACULADA CONCEPCIÓN
¡Oh Santo Pontífice!, los cielos se regocijan y la tierra salta de gozo (Carta, XXXIX o XXXIV) al recuerdo del combate con que la reina del cielo triunfó por tu medio de la antigua serpiente. Oriente te honró siempre como a su luz. Occidente honraba en ti desde ha mucho tiempo al defensor de la Madre de Dios; y he aquí que la solemne mención que consagraba su memoria en los fastos de los santos, no es suficiente hoy a su reconocimiento. Una nueva flor, en efecto, ha aparecido en la corona de María nuestra reina; y esta flor radiante salió del suelo mismo que tú rociaste con tus sudores. Proclamando en nombre de Pedro y de Celestino la Maternidad divina, preparaste a nuestra señora otro triunfo, consecuencia del primero: La Madre de Dios no podía menos de ser Inmaculada. Pío IX, al definirlo no ha hecho sino completar la obra de Celestino y la tuya; por esto las fechas 22 de julio de 431 y 8 de Diciembre de 1854 resplandecen con el mismo fulgor en el cielo así como han derramado sobre la tierra las mismas manifestaciones de alegría y de amor.
DOCTOR DE LA IGLESIA
La Inmaculada embalsama el mundo con sus perfumes, por eso, después de 14 siglos la Iglesia Católica se vuelve hacia ti, oh Cirilo; y juzgando que tu obra está ya acabada, te proclama doctor, no permitiendo que en adelante falte nada a los honores que la tierra te debe. Así, oh pontífice amado del siglo, el culto que se te da, se completa con el de la Madre de Dios; tu glorificación no es otra cosa que una nueva extensión de la gloria de María. Feliz de ti, ya que ningún título más ilustre podía obtener un acercamiento semejante entre la soberana del mundo y su caballero.
PLEGARIA A LA MADRE DE DIOS
Comprendiendo, pues, que la mejor manera de honrarte, oh Cirilo, es exaltar a Aquella cuya gloria ha liegado a ser la tuya, recogemos los acentos inflamados, que el Espíritu Santo te inspiró para cantar sus grandezas el día siguiente al triunfo de Efeso: "Te saludamos ¡oh María, Madre de Dios! como la joya resplandeciente del universo, lámpara que no se extingue, corona de la virginidad, cetro de la Ortodoxia, templo indestructible y lugar en que se encierra la inmensidad, Madre y Virgen, por quien nos es presentado el bendito de los Evangelios, que viene en nombre del Señor. Salve, oh Virgen cuyo seno virginal y siempre puro, ha llevado al que es infinito, por quien es glorificada la Trinidad, por quien es honrada y adorada la Cruz preciosa en toda la tierra; alegría del cielo, serenidad de los arcángeles y ángeles, que ahuyentas a los demonios, por Ti el tentador es arrojado del cielo mientras que por Ti la criatura caída se levanta hasta los cielos. La locura de los ídolos dominaba al mundo, y tú abriste sus ojos a la verdad; a Ti deben los creyentes el santo bautismo, a Ti el óleo de la alegría; Tú fundas las iglesias en toda la tierra y conduces a las naciones a la penitencia. ¿Qué más diré? Por ti ha brillado el Hijo de Dios como la luz de los que yacían en las tinieblas y en la sombra de la muerte; por Ti los profetas han vaticinado el futuro, los Apóstoles han anunciado la salvación a las naciones; los muertos resucitan y reinan los reyes por la santa Trinidad. ¿Qué hombre podrá jamás celebrar a María, digna de toda alabanza, de una manera conforme a su dignidad?" (4a. Homilía)
SÚPLICA A SAN CIRILO
Si la dignidad de la Madre de Dios sobrepasa en efecto toda alabanza ¡oh Cirilo! obtén de ella por tanto, que suscite entre nosotros, hombres capaces de celebrar como tú, sus grandezas. Que el poder con que ella se dignó revestirte contra sus enemigos, no falte a los que tienen que sostener en nuestros días la lucha entablada desde el origen del mundo entre la Mujer y la Serpiente. El adversario ha crecido en audacia; nuestro siglo ha ido aún más lejos que Nestorio en la negación de Jesús y más aún que el mismo Juliano, emperador apóstata, contra quien tú defendiste también la divinidad del Hijo de la Virgen-Madre.. ¡Oh tú que diste al error golpes tan terribles!, muestra a los doctores de nuestro tiempo la manera de vencer; que sepan ellos apoyarse como tú sobre Pedro; que no se desinteresen por nada de lo que toca a la Iglesia; que miren siempre como a sus propios enemigos y los únicos enemigos, a los que lo son del reino de Dios. En tus sublimes escritos los pastores aprenderán la verdadera ciencia, la de las Sagradas Escrituras, sin la cual su celo sería inútil. Los cristianos comprenderán en tu escuela que no pueden esperar crecer en la virtud, sin aumentar en fe y sin desarrollar en sí el conocimiento del misterio del Hombre-Dios. En un siglo en que la vaguedad en las nociones basta a tantas almas, repite a todos que "el amor de la fe es quien conduce a la vida '.
Al acercarnos a la santa Cuaresma nos acordamos de estas Cartas Pascuales que cada año en estos mismos días, llevaban por todas partes, con el anuncio de la Solemnidad de las Solemnidades, la exhortación a la penitencia; penetra nuestros corazones con la seriedad de la vida cristiana, excítalos a entrar valientemente en el Santo tiempo, en que deben encontrar la paz con Dios, por medio del triunfo sobre la carne y los sentidos.
Sea todo a la mayor gloria de Dios.
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