SAN GREGORIO MAGNO,
PAPA Y DOCTOR DE LA IGLESIA
SU NOMBRE
Entre todos los pastores que Cristo ha dado a la Iglesia Católica para representarle en la tierra, ninguno ha sobrepujado en méritos y renombre al santo Papa que hoy celebramos. Su nombre, Gregorio, significa vigilancia; su sobrenombre es Magno, que ya poseía cuando Gregorio VII ocupó la sede de Pedro. Estos dos Papas son hermanos y todo el mundo católico los confunde en un mismo amor y una admiración común.
EL ORGANIZADOR DE LA LITURGIA
Este, cuya memoria celebramos, es ya conocido por los fieles que se interesan en seguir a la Iglesia en la Liturgia. Pero sus trabajos sobre el servicio de Dios, en todo el curso del año, no se han limitado a enriquecer nuestros oficios con algunos cánticos, sino que además, todo el conjunto de la liturgia romana le reconoce por su principal organizador. Fué quien recogiendo y poniendo en orden las oraciones y ritos instituidos por sus predecesores les dió la forma que conservan aún hoy día. El canto eclesiástico recibió igualmente de él su último perfeccionamiento; el celo del santo pontífice por recoger las antiguas melodías de la Iglesia, por sujetarlas a reglas y disponerlas según requería el servicio divino, han hecho que su nombre vaya siempre unido a esta obra musical tan grandiosa que proporciona tanta majestad a las funciones sagradas y que contribuye tan poderosamente a preparar el alma del cristiano al respeto de los misterios y al recogimiento y piedad.
EL DOCTOR
Pero la influencia de Gregorio no se reduce a estos trabajos que bastarían para inmortalizar a otro pontífice. Cuando él fué dado a la cristiandad, la Iglesia latina contaba sólo con tres grandes doctores: Ambrosio, Agustín y Jerónimo; la ciencia de Gregorio le concedió el honor de añadir su nombre al de aquellos. El conocímiento de las sagradas Escrituras, la penetración de los divinos misterios, la unción y la autoridad, indicios de la asistencia del Espíritu Santo, dominaban por entero en sus escritos; y la Iglesia se alegra de haber recibido en él un nuevo maestro en la doctrina sagrada. El respeto que se ha tenido a todo lo que salió de la pluma de tan gran doctor, ha preservado de la destrucción su inmensa correspondencia; y en ella se puede ver que no hay tema en el mundo cristiano que su infatigable mirada no haya tratado; no hay cuestión religiosa, lo mismo personal que local, en Oriente como en Occidente, que no hayan alcanzado los esfuerzos de su celo y en la que no haya intervenido como pastor universal. Elocuente lección dada por los actos de un Papa del siglo VI a estos innovadores actuales que han pretendido tan osadamente sostener que la prerrogativa del Pontífice Romano no tenía por base más que documentos fabricados más de dos siglos después de la muerte de S. Gregorio.
EL APÓSTOL
En la Sede apostólica apareció el heredero de los apóstoles no sólo como depositario de su autoridad, sino también como asociado a su misión de llamar a la fe a todos los pueblos. Ahí está Inglaterra para atestiguar que si conoce a Jesucristo, si ha merecido ser llamada durante tantos siglos la Isla de los Santos, lo debe a San Gregorio Magno. Movido a compasión hacia los ingleses de quienes, según decia quería hacer ángeles, envió en 596 a la isla al monje Agustín con cuarenta compañeros, todos hijos de San Benito como él. El Papa vivió el tiempo suficiente para poder recoger en ese campo la cosecha evangélica. Es de ver el entusiasmo del santo anciano cuando nos muestra el “Alleluia y los himnos romanos repetidos en una lengua acostumbrada a los cantos bárbaros, el océano allanado bajo los pies de los santos, las olas de pueblos indómitos calmadas a la voz de los sacerdotes'”.
EL SANTO
Pero ¿quién podrá pintar las virtudes que hieieron de Gregorio un prodigio de santidad? Ese desprecio del mundo que le hizo buscar un asilo en la santidad del claustro, esa humildad que le llevó hasta a huir de los honores del pontificado, de tal modo que se necesitó un prodigio de Dios para revelar el escondrijo donde se hallaba él, cuyas manos eran tanto más dignas de tener las llaves del cielo, cuanto más pesadas fuesen; ese celo por toda su grey considerándose él como su esclavo y no como su jefe, honrándose del título de servidor de los servidores de Dios; esa caridad para con los pobres que no tuvo límites; esa solicitud infatigable de la que nadie dejó de beneficiarse y que de todo se ocupó, de las calamidades públicas, de los daños de la patria y de las desgracias particulares; esa constancia y amable serenidad en medio de los mayores sufrimientos que cayeron sobre su cuerpo durante todo el tiempo de su pontificado, esa firmeza en conservar la fe y en perseguir el error en todas partes; en fin, esa vigilancia por la disciplina que fué renovada y sostenida por él durante varios siglos en toda la Iglesia; tantos servicios, tantos insignes ejemplos han impreso la memoria de Gregorio en todos los cristianos con rasgos que jamás se borrarán.
Vida
S. Gregorio nació en Roma hacia 540. Primero se dió a la política; más tarde, en 571 llegó a ser sacerdote en Roma; fundó seis monasterios con su rico patrimonio y se hizo monje. Después de nombrado cardenal-diácono en 577, fué enviado como legado a Constantinopla para representar a la Iglesia Romana cerca de Tiberio. Vuelto a Roma en 584, volvió a entrar en su monasterio donde fué elegido Abad. En 590 tuvo que aceptar el Papado y fué consagrado en San Pedro el 3 de septiembre. Fué ejemplo para todo el episcopado por su celo y sus virtudes; donde la fe católica no estaba muy segura, él la restableció; reprimió a los herejes, envió misioneros a Inglaterra, defendió los derechos de la Iglesia, organizó el culto y el canto litúrgico, fijó las iglesias estacionales, escribió varios comentarios de las Sagradas Escrituras. Obró muchos milagros y murió en 604 el año 13 de su pontificado.
SÚPLICA POR LA JERARQUÍA
Padre del pueblo cristiano, vicario tanto de la caridad como de la autoridad de Cristo, Pastor vigilante, el pueblo cristiano a quien con tanta fidelidad has amado y servido se dirige a ti con toda confianza. Ya que nunca has olvidado a tu querida grey escucha hoy su oración. Protege y dirige al Sumo Pontífice que hace las veces de Pedro y las tuyas; dale luces en sus consejos y fortifica su voluntad. Bendice a toda la jerarquía que te debe tan buenos preceptos y tan admirables ejemplos. Ayúdales para que mantengan inviolable el depósito de la fe; ayúdales en sus esfuerzos por restablecer la disciplina eclesiástica, sin la que todo es desorden y trastorno. Dios te escogió para ordenar el culto, la sagrada liturgia, en el pueblo cristiano; intercede para que de nuevo se vuelva a esta manera de oración que se ha olvidado casi por completo. Estrecha cada vez más el lazo vital de las Iglesias en la obediencia a la cátedra de Roma, fundamento de toda fe y fuente de toda autoridad espiritual.
SÚPLICA POR LA UNIDAD DE LA IGLESIA
Viste el comienzo del cisma que desgarró el oriente de la comunidad católica. Poco después, por desgracia, Bizancio consumó la ruptura; como castigo de su crimen quedó reducida a la esclavitud y todavía esta infiel Jerusalén no ha reconocido la causa de sus desventuras. Pontífice santo, te suplicamos que ya que la justicia tuvo su cumplimiento, la misericordia también tenga el suyo; formen el único aprisco las ovejas que el cisma alejó de él.
SÚPLICA POR INGLATERRA
¡Acuérdate, apóstol de todo un pueblo!, acuérdate de Inglaterra que recibió de ti la fe cristiana. Esta isla tan querida de ti, en la que con tanta abundancia fructificó la semilla que tu arrojaste se ha hecho infiel a la Sede de Roma y ha acogido en su seno toda clase de errores. Hace ya siglos que se apartó de la fe verdadera; pero sin embargo, parece que la misericordia divina se inclina hacia ella en nuestros días. Ayuda, pues, a la nación que tú engendraste para Jesucristo; ayúdala a descorrer el velo que la oculta la verdad. A ti te corresponde reanimar la llama que ella ha dejado extinguirse. Haz que vea de nuevo brillar sobre sí la luz y su pueblo forjará como en otro tiempo, héroes propagadores de la religión y santificadores del cristianismo.
SÚPLICA POR TODOS LOS FIELES
Ruega también por toda la grey de los fieles que se entrega a las obras de penitencia en estos días de Cuaresma; alcanza para ella la compunción de corazón, el amor a la oración y el sentido de los misterios divinos. Aún leemos las homilías que tú predicaste al pueblo romano en este tiempo de Cuaresma; la justicia y la misericordia de Dios permanecen inmutables; haz que nuestros corazones se conmuevan con el temor y se consuelen por medio de la esperanza. Y puesto que la aspereza de las leyes eclesiásticas que prescriben el ayuno y la abstinencia nos espantan con frecuencia, danos ánimos y reaviva en nuestros corazones el espíritu de sacriñcio; que tu intercesión ante Dios nos alcance la gracia de ser verdaderos penitentes así como nos ilustran tus ejemplos y nos sirven de guía tus enseñanzas; para que oigamos de nuevo, con la alegría de una conciencia limpia, el Alleluia que nos enseñaste a cantar en la tierra y que esperamos repetir contigo en la eternidad.
Sea todo a la mayor gloria de Dios.
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