QUÉ ES LA REALEZA
Analizando las notas esenciales de la realeza, para mostrarlas después reunidas en Cristo desde los comienzos de su vida mortal, Bossuet, definía con fórmula magistral en qué consistía la verdadera grandeza: "La realeza, dice, consiste en un poder universal para hacer el bien a los pueblos sometidos; de tal modo que el nombre de rey es un nombre de padre común y de bien hechor universal"(1).
Analizando las notas esenciales de la realeza, para mostrarlas después reunidas en Cristo desde los comienzos de su vida mortal, Bossuet, definía con fórmula magistral en qué consistía la verdadera grandeza: "La realeza, dice, consiste en un poder universal para hacer el bien a los pueblos sometidos; de tal modo que el nombre de rey es un nombre de padre común y de bien hechor universal"(1).
Esta es la realeza que Jesús había reivindicado delante de Pilatos. Y para hacer comprender mejor su honor y su carácter, Pio XI, al terminar el año jubilar 1925, instituia la fiesta de la realeza universal y social de Cristo, exhortando a los fieles a someter a Cristo Rey, sus inteligencias y sus voluntades, a consagrarle sus familias, su patria y toda la sociedad, para recibir de Él, en mayor abundancia, los socorros y las gracias de las que siempre tienen gran necesidad.
Cuando a su vez el Papa Pío XII, al concluir el año mariano 1954, instituía la fiesta de la Bienaventurada Virgen María Reina, no pensaba proponer al pueblo cristiano la creencia de una nueva verdad, ni siquiera en justificar por una razón o un título más nuestra piedad para con la Madre de Dios y de los hombres: "Nuestro designio, dice, en su discurso del 1." de noviembre, sirve más para hacer resaltar a los ojos del mundo una verdad, susceptible de procurar remedio a sus males, librarle de su angustias y encauzarle por el camino de la salvación que busca con ansiedad... Reina, más que ninguna otra, por la elevación de su alma y por la excelencia de los dones divinos, María no cesa de prodigar todos los tesoros de su amor y de sus tiernas atenciones a la pobre humanidad. Lejos de fundamentarse sobre las exigencias de sus derechos y sobre los caprichos de una altiva dominación, el reinado de María sólo conoce una aspiración: el pleno don de sí misma en la más elevada y total generosidad..." (2).
REALEZA DE MARÍA EN LA TRADICIÓN
Ceñida de diadema de gloria, la Bienaventurada Virgen María reina también en todo el mundo con corazón maternal. Desde tiempo inmemorial el pueblo fiel, proclamó que la Madre "del Rey de reyes y Señor de señores" posee una excelencia especial, habiendo recibido gracias y privilegios únicos. Los antiguos escritores eclesiásticos se complacían en llamarla, como Isabel, "Madre de mí señor" y consecuentemente soberana, dominadora, Reina del género humano.
Basándose en numerosos testimonios que datan de los primeros tiempos del cristianismo, los teólogos de la Iglesia han elaborado la doctrina en virtud de la cual llaman a la Santísima Virgen Reina de todas las criaturas, Reina del mundo y Soberana del universo
La liturgia, que es como el ñel espejo de la doctrina transmitida por los Doctores y que profesa el pueblo cristiano, ha cantado siempre, tanto en Oriente como en Occidente, las alabanzas de la Reina de los cielos. El mismo arte, basándose en el pensamiento de la Iglesia e inspirándose en él, ha interpretado admirablemente, desde el concilio de Efeso, 431, la piedad auténtica y espontánea de los cristianos, representando a María con los atributos de Reina o Emperatriz, adornada con insignias reales, ceñida de la diadema que coloca en su frente el divino Redentor, rodeada de una cohorte de ángeles y de santos que proclaman su dignidad y su gloria de soberana.
ENSEÑANZA DE LA TEOLOGÍA
El Arcángel Gabriel fué el primer heraldo de la dignidad real de María; "Lo que nacerá de ti, la dice, será llamado hijo del Altísimo; el Señor le dará el trono de David su padre y reinará eternamente y su reino no tendrá fin"(3). Lógicamente se sigue que ella misma es reina, puesto que da la vida a un hijo que desde el instante de su concepción era, aun como hombre, Rey y Señor de todas las cosas por razón de la unión hipostática de su naturaleza humana con el Verbo. El argumento principal en el que se funda la dignidad real de María, es sin duda su Maternidad divina. Y San Juan Damasceno escribía: "Es verdaderamente soberana de toda la creación desde el momento en que llega a ser Madre del Creador"(4).
Fué además María destinada por Dios a desempeñar en la obra de nuestra salvación, un oficio eminente, y a que debía ir asociada a su divino Hijo, principio de nuestra salvación, como Eva estuvo asociada a Adán, principio de nuestra muerte; y así como Cristo, nuevo Adán, es nuestro Rey, no solamente por que es Hijo de Dios, sino también por derecho de conquista pues es nuestro Redentor, del mismo modo se puede afirmar, con cierta analogía, que la Virgen Santísima es Reina, no sólo porque es Madre de Dios, sino también porque, como nueva Eva, fué asociada al nuevo Adán en la obra de nuestra redención.
Sin duda en el reino mesiánico, solo Cristo es rey en el sentido pleno de la palabra, pero, la dignidad de rey no disminuye en nada por tener a su lado una verdadera reina. Esta presencia, por el contrario, realza el esplendor de su soberanía, la hace más amable, la enriquece con una íntima confidente, la haces u representante más calificada para las causas más solemnes. Así María será Reina perfecta junto a Cristo, no para mandar en su lugar ni para darle consejo, sino para ejercer sobre su Corazón, en favor de todos sus subditos, sobre todo de los más necesitados, la influencia decisiva de una oración eficaz. A esta Reina confiará en este Cristo la ejecución de sus larguezas; en este reino todo don gracioso es causa mayor, que el Rey hace siempre de la manera más amable y delicada: he aquí la razón por qué no lo realiza sino por María. "Tratándose del negocio de nuestra salvación, dice Pío IX, se preocupa con corazón maternal de todo el género humano, habiendo sido proclamada por Señor reina del cielo y de la tierra... obtiene el audiencia por el poder de sus súplicas maternales, consigue todo recibe lo que pide, y jamás una negativa"(5).
El Papa Pío XII daba fin a su Encíclica "Ad coeli Reginam", a la que hemos hecho frecuentes alusiones: "Convencido de las grandes ventajas que se seguirán para la Iglesia, si esta verdad, sólidamente demostrada, brilla con mayor evidencia a los ojos de todos..., por nuestra autoridad Apostólica decretamos e instituímos la fiesta de María Reina, que será celebrada cada año el 31 de mayo. Ordenamos asimismo que este día se renueve la consagración del género humano al Corazón Inmaculado de la Bienaventurada Virgen María. En ella, efectivamente, descansa una viva esperanza de ver levantarse una era de dicha, en la que resplandecerán las paz cristiana y el triunfo de la verdad".
Unámonos ahora a los sentimientos del Papa recitando la oración que compuso y recitó el 1.° de noviembre de 1954, después de coronar a la Virgen "Salus populi romani":
ORACIÓN
Desde lo hondo de esta tierra de lágrimas, en que la humanidad dolorida se arrastra trabajosamente; en medio de las olas de este nuestro mar perennemente agitado por los vientos de las pasiones, elevamos los ojos a Vos, ¡oh María, Madre amantísima!, para reanimarnos contemplando vuestra gloria, y para saludaros como Reina y Señora de los cielos y de la tierra, como Reina y Señora nuestra.
Con legítimo orgullo de hijos, queremos exaltar esta vuestra realeza y reconocerla como debida por la excelencia suma de todo vuestro ser, dulcísima y verdadera Madre de Aquel que es Rey por derecho propio, por herencia, por conquista.
Reinad, Madre y Señora, señalándonos el camino de la santidad, dirigiéndonos y asistiéndonos, a fin de que nunca nos apartemos de él.
Lo mismo que ejercéis en lo alto del cielo vuestra primacía sobre las milicias angélicas, que os aclaman por Soberana suya, sobre las legiones de los santos, que se deleitan con la contemplación de vuestra fúlgida belleza; así también reinad sobre todo el género humano, particularmente abriendo las sendas de la fe a cuantos todavía no conocen a vuestro Hijo divino.
Reinad sobre la Iglesia, que profesa y celebra vuestro suave dominio y acude a Vos como a refugio seguro en medio de las adversidades de nuestros tiempos. Mas reinad especialmente sobre aquella parte de la Iglesia que está perseguida y oprimida, dándola fortaleza para soportar las contrariedades, constancia para no ceder a injustas presiones, luz para no caer en las asechanzas del enemigo, firmeza para resistir a los ataques manifiestos, y, en todo momento, fidelidad inquebrantable a vuestro reino.
Reinad sobre las inteligencias, a fin de que busquen solamente la verdad; sobre las voluntades a fin de que persigan solamente el bien; sobre los corazones a fin de que amen únicamente lo que vos misma amáis.
Reinad sobre los individuos y sobre las familias, al igual que sobre las sociedades y naciones; sobre las asambleas de los poderosos, sobre los consejos de los sabios, lo mimo que sobre las sencillas aspiraciones de los humildes.
Reinad en las calles y en las plazas, en las ciudades y en las aldeas, en los valles y en las montañas, en el aire, en la tierra y en el mar, y acoged la piadosa oración de cuantos saben que vuestro reino es reino súplica encuentra alivio toda desgracia, y donde, como suavísimas alegre la de misericordia, donde acogida, todo dolor a una manos, de toda enfermedad simple señal de la muerte toda consuelo, salud, vuestras misma brota vida.
Obtened nos que quienes a hora os aclaman en todas las partes del mundo y os reconocen Reina y Señora, puedan como un día en el cielo gozar de la plenitud de vuestro reino en la visión de vuestro Hijo divino, el cual, con el Padre y el Espíritu Santo, vive y reina por los siglos de los siglos. Así sea" (6).
Notas
1 Sermón predicado en Metz para la circuncisión, en 1657.
2. Doc. Cath. 1954, p. 1423 ss.
3. Luc., I, 32-33.
4. De fide Cathol. L. IV, c. 14
5. Bula "Inefabilis".
6. Oración de Pío XII al fin de su discurso el 1 de noviembre de 1954, en la Basílica de San Pedro de Roma .
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