SAN CASIMIRO,
CONFESOR
PUREZA Y MENOSPRECIO DEL MUNDO
Hoy se nos presenta un ejemplo de virtud heroica en el seno mismo de un corazón mundano. S. Casimiro fué príncipe de sangre real; le rodearon las seducciones de la juventud y del lujo; pero triunfó de las asechanzas del mundo con la misma facilidad con que triunfaría un ángel en la tierra. Aprovechemos con su ejemplo y si hemos sacrificado al ídolo del siglo, en una condición más baja que la Divina Providencia le colocó, destruyamos lo que hemos adorado, y pongámonos al servicio del Maestro que es quien solamente tiene derecho a nuestro homenaje.
Nos parece muchas veces encontrar la explicación de una gran fuerza de alma en las condiciones más bajas de la sociedad, en la ausencia de las tentaciones, en la necesidad de buscar en el cielo un apoyo contra una mala fortuna; como si en todos los estados no llevase el hombre en sí los instintos que, a no ser combatidos, le precipitarían en la depravación. En S. Casimiro, la virtud cristiana se mostraba con una energía tal que parecía que su manantial estaba en Dios y no en la tierra. Allí tenemos que recurrir en este tiempo de regeneración. Un día prefirió la muerte al pecado. En esta circunstancia, ¿qué otra cosa hizo, sino lo que se exige al cristiano en todas las horas de la vida? Pero es tal el atractivo de este mundo que continuamente vemos a los hombres en el pecado, que es la muerte del alma, y no precisamente para salvar esta vida perecedera, sino por la más mínima satisfacción, y a veces aun contra el interés de este mundo al cual sacrifican todo lo demás. Tal ceguera ha producido en nosotros la degradación original. Se nos ponen ante los ojos los ejemplos de los santos como antorcha que nos ilumina: sirvámonos de esta luz y contemos además, para elevarnos, con los méritos y la intercesión de estos amigos de Dios, que desde lo alto del cielo miran con gran compasión nuestros peligros.
VIDA
S. Casimiro, hijo del rey de Polonia, nació en 1458. Se distinguió desde su juventud por su pie- ) dad y austeridad, por su celo por la propagación de la fe católica, por su caridad, para con los pobres y por la castidad que guardó toda su vida. Le fué predicho, el día de su muerte, y se durmió en la paz del Señor en Vilna, a la edad de 25 años. En su sepulcro se obraron gran número de milagros. León X inscribió al joven príncipe en el número de los santos.
ALABANZA Y SÚPLICA
Tú que despreciaste las dignidades y placeres de la tierra, los cuales no pudieron apartarte del fln de tu corazón, descansa ahora en el seno de las felicidades eternas. Tu vida ha sido corta, pero fecunda en méritos. Acordándote a cada instante de una patria mejor, la de aquí abajo, no atrajo tus miradas; estabas deseoso de volar hacia Dios, que parecía no haber hecho otra cosa que prestaros a la tierra. Tu inocente vida no dispensó del rigor de la penitencia; ¡tan vivo estaba en ti el temor de sucumbir a los atractivos de los sentidos! Haznos comprender el deber que tenemos de expiar los pecados que nos han separado de Dios. Has preferido morir antes que ofender a Dios; apártanos del pecado, el mayor mal del hombre, puesto que es también el mal de Dios. Concédenos los frutos de este santo tiempo que nos es dado para hacer penitencia. Bendice desde la gloria donde reinas a toda la cristiandad que te honra, pero acuérdate sobre todo de tu patria terrestre. Antes, tuvo el honor de ser un dique seguro para la Iglesia contra el cisma, la herejía y la infidelidad; alivia sus males, libértala del yugo que la oprime y avivando su antiguo celo por la fe, presérvala de las seducciones de que está amenazada.
Sea todo a la mayor gloria de Dios.
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