SAN JUAN DE DIOS,
CONFESOR
LA CARIDAD FRATERNA
El mismo espíritu que habia inspirado a Juan de Mata se apoderó de Juan de Dios y le llevó hasta hacerle el servidor de sus hermanos más abandonados. Los dos se nos muestran como los apóstoles de la caridad fraterna; los dos nos enseñan con sus ejemplos, que de nada sirve que nos enorgullezcamos de amar a Dios si la caridad fraterna no reina en nuestro corazón, según enseña San Juan: Aquel a quien han tocado en suerte los "bienes de este mundo, dice, y que viendo necesitado a su prójimo, le cierra su corazón, ¿cómo va a habitar en él la caridad de Dios?.
CARIDAD Y FILANTROPÍA
Pero aunque no se da el amor de Dios sin el amor al prójimo, si éste no se hace por amor al Creador y Redentor nuestro, no pasará de ser sino un engaño. La filantropía, con cuyo nombre se pretende apartarse del Padre común y no socorrer a sus semejantes sino en nombre de la humanidad, es una ilusión del orgullo, sin ningún resultado. No hay posibilidad, ni duración de unión entre los hombres, si están separados de Dios que ha creado a todos y que quiere atraerlos a todos a El. Servir a la humanidad, como tal, es hacer de ella un Dios; y los resultados han demostrado que los enemigos de la caridad no han sabido remediar las miserias del hombre, en esta vida, mejor que los discípulos de Jesucristo, que sólo en él han puesto los motivos y el entusiasmo para consagrarse a asistir a sus hermanos.
HACERLO TODO POR DIOS
El Santo que honramos hoy fué llamado Juan de Dios a causa de que el santo nombre de Dios no se apartaba nunca de sus labios. Su único móvil al ejecutar sus obras no fué otro que complacer a Dios, prodigando en sus hermanos los afectos que Dios había depositado en su pecho para con ellos. Imitemos este ejemplo; Cristo nos asegura que ha de reputar como hechas a El mismo todas las acciones ejecutadas con el último de nuestros semejantes.
San Juan de Dios junto con San Camilo de Lelis fueron declarados por León XIII en 1886 y por Pío XI en 1930 patronos de los hospitales y de todos los que cuidan de los enfermos.
VIDA
Juan de Dios nació en Montemayor, Portugal, en 1495. Después de haber llevado una vida relajada se convirtió, distribuyó los bienes a los pobres, construyó un hospital en Granada y puso de este modo los cimientos del Instituto de los Hermanos Hospitalarios al servicio de los enfermos. Después de dar ejemplo de las más altas virtudes de mortificación, obediencia, pobreza, celo y contemplación, murió el 8 de marzo besando su crucifijo. La fama de los numerosos milagros obrados por su intercesión hizo que Urbano VIII le beatificase, y le canonizase Alejandro VIII en 1690.
SÚPLICA POR ESTE MUNDO ENFERMO
¡Qué bella, oh Juan de Dios, esa tu vida consagrada a aliviar a tus hermanos! ¡Qué grande es en ti el poder de la caridad! Nacido, como Vicente de Paúl, de la más obscura condición, después de pasados como él, los primeros años con tu empleo de pastor, la caridad que abrasa tu corazón llega hasta hacerte ejecutar obras que traspasan con mucho las influencias y los medios de los poderosos del mundo. Tu recuerdo es agradable a la Iglesia; es agradable también a la humanidad entera puesto que tú la serviste en nombre de Dios, mediante el propio abandono al que no han llegado nunca esos economistas, para quienes el pobre no es una cosa sagrada, puesto que no quieren ver en él, a Dios mismo. Hombre de caridad, abre los ojos a estos ciegos, y dígnate curar a la sociedad de los males que ellos la han causado. Durante mucho tiempo se ha luchado para borrar en el pobre la semejanza de Cristo; pero no es posible, pues él mismo es su autor. Es necesario que lo reconozca el mundo, so pena de fenecer bajo la venganza del pobre que él ha degradado. Tu celo, Juan de Dios, se ejercitó con predilección particular en los enfermos; protéjelos contra una laicización que persigue sus almas hasta en lo asilos preparados para ellos por la caridad cristiana. Ten compasión de las naciones modernas que, bajo pretexto de secularización, han arrojado a Dios, de sus costumbres y de sus instituciones; la sociedad también está enferma y todavía no se da completa cuenta de su mal; asístela, ilumínala y obténla la salud y la vida.
Pero como la sociedad se compone de individuos y como no volverá a Dios sino por medio de la conversión personal de sus miembros, enciende la caridad en los corazones de los cristianos, para que en estos días en que queremos obtener el perdón, nos esforcemos en ser misericordiosos como tú lo fuiste, siguiendo el ejemplo de Aquel que siendo nuestro Dios, fué ofendido por nosotros y sin embargo de eso, se ofreció a sí mismo por nosotros en quienes se ha dignado ver a sus hermanos. Protege también desde lo alto del cielo el Instituto que tú has fundado y al que has dejado en herencia tu espíritu, para que se extienda y pueda difundir por todas partes el buen olor de la caridad.
Sea todo a la mayor gloria de Dios.
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