SAN ROSENDO, OBISPO Y CONFESOR
Rosendo fué uno de los varones que Dios suscitó en la época de la reconquista para alentar a los guerreros del norte de la península Ibérica a devolver toda España al imperio de la Cruz. Es San Rosendo "hijo del milagro" como San Juan Bautista y Samuel y otros muchos de que nos hablan los anales eclesiásticos en el correr de los siglos. Los condes Gutiérrez Méndez, tíos de Don Alfonso IV, e Ilduana tía de Ramiro II, después de algunos años de matrimonio no tenían hijos porque se les morían recién nacidos. Los piadosos esposos redoblaban sus instancias al Señor en espera de sucesión para que administrara sabiamente la copiosas haciendas y posesiones que tenía la virtuosa Ilduana sobre todo; hace extremos para forzar al cielo; ayuna, ruega, se mortifica, sube descalza por empinada y pedregosa cuesta al templo de San Salvador y un día después de haber regado el pavimento con sus lágrimas, se siente sobrecogida de un apacible sueño y oye una dulce voz que le dice "no te desconsueles mujer venturosa, tus ruegos han penetrado en el corazón de Dios; tendrás un hijo que será el gozo de tus días y el encanto de tu existencia; grande será para el mundo, pero más grande aún para el cielo". Ilduana despierta llena de inexplicable gozo y, llegando el tiempo, nace Rosendo como un prodigio de la gracia el 26 de noviembre de 907, reinando Alfonso el Magno.
Después de éste tuvo esta virtuosa matrona otros tres más; criaron los padres a Rosendo con todo el esmero en el santo temor de Dios y salió aventajado en virtudes y desprecio de las cosas terrenas; salido de la infancia le entregaron a la dirección de Sabarico II Obispo egregio de Mondoñedo como el alumno era de buen ingenio y encantadoras prendas morales, echaron pronto de ver en Rosendo un firme pilar que la Providencia preparaba para realzar y sostener la sociedad cristiana entonces maltratada por las huestes agarenas, a pesar de sus pocos años tenía ya Rosendo la gravedad y cordura de un anciano.
Al registrar los anales de Galicia nos asombramos al ver figurar el nombre de Rosendo cuando aun no contaba más que diez años al lado de los nombres más respetables de aquella época en documentos públicos de sumo interés, Siendo muy joven fué promovido a la sede de Mondoñedo, y por especial inspiración de Dios tomó sobre sí esta tan pesada carga según lo atestiguan los monumentos eclesiásticos del siglo X. De hecho todas las cualidades que pueden ambicionarse en un hombre destinado a regir y a gobernar la Iglesia de Dios se hallan identificadas en Rosendo. Es el ángel de paz que todo lo remedia y prevee. Pronto se le ve reparando los edificios arruinados por el alud devastador de los normandos; levanta de nueva planta el célebre monasterio de Cabeiro junto al Ferrol, donde se retira en ciertas épocas del año para entregarse a la oración y ejercicios espirituales. Emprende la obra colosal del Monasterio de Celanova en cuya fábrica empleó ocho años y sumas considerables; por todas partes va dejando impresas las huellas del genio de su celo y energía y con el mismo ardor se consagra al cuidado de todas sus ovejas sin acepción de personas.
Por inspiración del cielo pidió y obtuvo la dimisión de su cargo pastoral. Cambia en su amado Celanova la mitra por la cogulla, trae a Celanova muchos y buenos monjes de varios cenobios, nombra por abad a San Franquila que lo era de Ribas del Sil y él se quedó de humilde subdito. Hacia el año 957, reinando ya en Asturias Sancho I el Craso era modelos de todos por la puntual observancia y fervor, cuando en 969 entraron por las costas de Galicia los normandos talando toda la tierra.
Muerto San Franquila fué elegido Abad de Celanova San Rosendo. Murió también por entonces el Obispo de Tria, se cree en batalla o en ataque de los bárbaros normandos y con igual abnegación con que dejó la silla de Mondoñedo por la soledad del claustro vuelve a empuñar el báculo de la catedral de Santiago que reclamaba con instancias sus cuidados. Enseñar, catequizar, reformar abusos, promover mejoras, fomentar la piedad y renovar la disciplina, estas son las tareas ininterrumpidas de su vida.
El cielo, no obstante, le tenía reservado, no una sino repetidas ocasiones con que Rosendo iba a demostrar las grandeza de su corazón para las grandes empresas, contemplando con dolor los desmanes que cometían los normandos se levanta Rosendo con su gente, e invocando confiado al Señor de los ejércitos, se lanza tras los piratas, a quienes vence y pone en vergonzosa fuga.
El conde Gonzalo Sánchez movido por Dios secunda la bravura de San Rosendo y juntos acaban por deshacerlos, queman toda la armada pasando a cuchillo a la mayor parte y entre ellos a su rey Gunderado.
En aquella desgraciada época entran también los sarracenos por la parte de Portugal casi al mismo tiempo que los normandos talando todo a sangre y fuego como otro Atila, y, al punto se lanza contra ellos nuestro adalid San Rosendo que no deja de sacosarlos tenazmente hasta hacerles guarecerse bien adentro de sus dominios. Confirma estas hazañas el Papa Celestino III en la Bula del culto de San Rosendo... Libertó las tierras portuguesas con el auxilio de la divina gracia de la irrupción sarracena...
Vuelve Rosendo a Compostela cargado con los laureles de doble victoria que le grangea los aplausos y adhesiones de todos sus compatriotas. El anhela solamente sepultarse en el retiro del claustro, dejando el gobierno de la Iglesia Compostelana que según confesión propia atestiguada en un documento leonés'habia regido por delegación, y en su querido Celanova entregó su espíritu el uno de marzo de 967.
Defiende esclarecido Prelado a tu doble descendencia patriótica y nacional de las asechanzas de los enemigos, con los mismos bríos que derrochaste en vida mortal, para asegurarles victoria y libertad de los tenaces adversarios conjurados para perderlos.
Sea todo a la mayor gloria de Dios.
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